viernes, 30 de enero de 2009

ALGO MÁS SOBRE LA CORRUPCIÓN

Después del artículo anterior sobre la corrupción, he podido recibir distintas reacciones de la sociedad, a través de mi página web, correo electrónico, llamadas telefónicas, comentarios de periodistas y conversaciones personales. Obviamente las reacciones son distintas. Además de la práctica diaria, la actitud frente a la corrupción es la piedra de toque que permite diferenciar al honesto del corrupto. Honesto no necesariamente es aquél que no roba, honesto es aquél que pudiendo hacerlo no lo hace. Pero, lo más importante: Honesto es aquél que actúa honestamente y rechaza la corrupción.

¿EL QUE EXPONE SUS IDEAS ES PORQUE ESTÁ EN CAMPAÑA?

En realidad uno expone sus ideas porque tiene ideas y tiene un compromiso con la sociedad, no porque está en campaña. Además, la peor campaña es la que se basa en la lucha contra la corrupción. Primero, porque generalmente en las instituciones públicas hay más militantes y simpatizantes de la corrupción, que luchadores contra ella. Segundo, hay mucha indiferencia frente a este tema. Tercero, si se pretende un cargo público para luchar contra la corrupción, buscando eficiencia, no sólo que uno se queda huérfano de apoyo, sino que se gana muchos enemigos que complotan.

“OTORONGO NO COME OTORONGO”

Cuando uno escribe o se pronuncia contra la corrupción siente que a muchos les cae como latigazo en la cara, que se enojan, que te atacan a tus espaldas. Claro que también hay gente honesta que te felicita, que aprueba tu trabajo. Soy un convencido de que sólo los honestos apoyarán a los honestos; que jamás el deshonesto, el frustrado, el mediocre van a apoyar al honesto, exitoso y capaz, respectivamente. De ahí las frases conocidas: “Dios los cría y ellos se juntan”, “los corruptos defienden a los corruptos”, “otorongo no come otorongo”. En la física, en lo material, los polos opuestos se atraen; en lo espiritual los polos opuestos se rechazan.

¿TODOS TENEMOS ALGO DE CORRUPTO?

Una justificación del pecador es: todos somos pecadores, porque somos imperfectos. La no perfección como coartada para justificar atrocidades. Religiosamente hablando, entre los seres humanos más cercanos a Dios y los más cercanos al demonio hay más de un millón de franjas, matices. No se puede “igualar” a todos. El corrupto quiere igualar a todos para que su conducta quede desapercibida, o sea considerada como algo normal. Sólo el corrupto o malvado quisiera mezclar al trigo y la maleza. Precisamente, la inteligencia humana consiste, entre otros aspectos, en la capacidad de diferenciar, distinguir.

¿QUIENES SOMOS PARA JUZGAR?

Otra frase de encubrimiento es: ¿Quiénes somos nosotros para juzgar?”. Repiten muy satisfechos el caso de Cristo, la mujer adúltera y los fariseos, cuando el hijo de Dios dice: “El que no tenga pecado lance la primera piedra” y cuando todos los acusadores se van avergonzados prosigue: “yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. En primer lugar al hablar de la corrupción no se está juzgando a nadie en particular, simplemente se expone una idea; en segundo lugar, Cristo responde así porque estaba frente a los fariseos (hipócritas); en tercer lugar, el Maestro no tiene una actitud de complicidad.

SÓLO LOS ESPÍRITUS INDEPENDIENTES HACEN HISTORIA

En las instituciones públicas existe una suerte de idolatría del poder. Por eso existen los “ayayeros”, que son seres sumisos, carentes de ideas. Para éstos todo está bien, no denuncian nada; sólo atacan a los valientes denunciantes. Son incapaces de ver los errores de gobierno o conducción. Sólo los espíritus independientes, los que tienen personalidad (no los criticones de siempre) tienen capacidad de cuestionar con fundamento, de plantear propuestas viables. Los “ayayeros” son oportunistas y cuando el barco se hunde son los primeros en correr. Son los espíritus independientes los que hacen historia.

jueves, 15 de enero de 2009

¿POR QUÉ SE MANTIENE FIRME LA CORRUPCIÓN?

La corrupción existe en casi todas las instituciones públicas del país, en menor o mayor grado, entre otros, por los siguientes factores:

HAY UN NÚCLEO DURO RODEADO DE SIMPATIZANTES

En estas instituciones públicas hay un núcleo duro de la corrupción. Está conformado por poca gente que, según el lugar que ocupan, cobra coimas por contratos de obras, por adquisición de bienes y servicios, por puestos de trabajo, por otorgar licencias, por agilizar trámites, por notas de alumnos, por cobro de cheques, etc. Las frases favoritas del corrupto son: “soy inocente”, “no hay pruebas” y si le encuentran dice: “son ilegales”, “le han sembrado”. Cuando este núcleo duro está organizado se trata de una mafia.

Pero, hay una segunda franja de gente que los rodea, que ve con buenos ojos, que los aprueba. Es gente que si no delinque ahora es porque ya lo hizo o espera su oportunidad. Son pocos, pero son. Están a la expectativa como quien espera su turno, que llega cuando tiene un cargo, manejo económico o algún poder.

FRANJA ANCHA DE GENTE RESIGNADA E INDIFERENTE

Asimismo, hay una tercera franja, muy ancha, de gente resignada, que acepta la corrupción. Tienen estas frases típicas: “La corrupción es un mal nacional y no hay nada que hacer contra ella”; “no importa que roben, pero que hagan obras”. Esta gente es indiferente a este problema. Cree que pierde su tiempo luchando contra ella, que mejor es no meterse con los corruptos. Pero, en esta franja hay también mucha gente que no combate la corrupción porque tiene o rabo de paja o cobardía para hacerlo.

HAY MUY POCOS QUE PELEAN CONTRA ELLA

Y los que se atreven a pelear contra la corrupción ya no constituyen, por lo general, una franja, sino una línea, muchas veces casi inexistente. La honestidad de una persona no sólo está en no delinquir, sino también en su capacidad de combatir la corrupción, de ser intolerante con ella. Mientras los corruptos constituyen un núcleo duro rodeado de simpatizantes, con una gran mayoría indiferente; la gente honesta que lucha contra la corrupción resulta minoritaria, aunque tiene una fortaleza espiritual excepcional.

Los corruptos son vulgares, sinvergüenzas, cínicos, mediocres, que adoran el dinero, que tienen “la mano abierta para recibir y cerrada para dar”. Ante las denuncias ellos responden atacándolos, amenazándolos con atacar o simplemente calumniándolos. Para ello cuentan con medios de comunicación y periodistas proclives: la idea es crear confusión, mezclar el trigo con la paja, “quitarles autoridad” a los denunciantes, para que no sigan luchando contra esta peste. Por ejemplo: resulta que ahora hay que condenar a quienes grabaron los petroaudios por ser ”ilegales” y que el caso de los verdaderos culpables no pasa de ser un “escandalete”.

DEBILITAR AL QUE SE ATREVE A LUCHAR CONTRA ELLOS

El corrupto busca mil formas de debilitar a los denunciantes o testigos. No sólo con panfletos cobardes o chismes chabacanos, sino también seduciendo a los denunciantes o testigos para que se retracten por cuestiones humanitarias o por dinero, intimidándolos con denunciar por difamación, amenazándolos de muerte o algunas veces eliminándolos físicamente. Es como que la corrupción es consustancial al sistema. Y el sistema se defiende con todos los medios.

¿QUÉ HACER?

Educar a los futuros ciudadanos en el equilibrio de derechos y deberes. El espíritu delincuencial surge cuando se cree que sólo se tiene derechos y no deberes. Que las personas decentes los miren con desprecio, que los periodistas valientes sigan con sus denuncias, que los correctos fiscales acusen y que los jueces probos sentencien con justeza. Algo más: que se legalice el chuponeo telefónico para los funcionarios públicos, que se instalen cámaras secretas en las entidades públicas y que se planteen otros mecanismos de mayor fiscalización.